El desarrollo de la agricultura propició la producción de grandes cantidades de alimentos con mayor fiabilidad y en áreas de tierra más pequeñas. Se perdió entonces la dependencia de los recursos salvajes, concentrándose en las regiones agrícolas la mayor parte del alimento demandado.
Con las nuevas demandas, el ambiente natural pronto excedió en su capacidad de proveer las necesidades primarias, generándose en la población necesidades secundarias.
Primero mediante el desarrollo de herramientas de cultivo y más tarde con animales domésticos para ayudar en las tareas agrícolas. Los nuevos requisitos obligaron a fertilizar las tierras con objeto de hacerlas más productivas. A su vez, para los alimentos que no podían ser consumidos crudos se necesitaron materiales para cocinar. Así, una amplia variedad de recursos naturales fueron precisados durante el levantamiento de las tierras agrícolas y el establecimiento de las poblaciones urbanas. Con el crecimiento de la civilización y la concentración de personas en ciudades, aumentaron los requisitos de recursos naturales y se extendieron aun más las necesidades secundarias.
Fue necesario organizar la agricultura sobre grandes áreas para proveer a los habitantes urbanos. El transporte desde las granjas a las ciudades llegó a ser esencial, así como el suministro a las industrias de metales y todo género de minerales, piedra, madera para la construcción de edificios, vehículos, etc. Además, fueron requeridos gran cantidad de animales domésticos (vacas, cerdos, ovejas, etc.). Las necesidades de las poblaciones urbanas aumentaron más allá de la simple supervivencia. Así, el hombre urbano se separó de la vida salvaje, pero esa ligadura ha perdurado siempre oculto en su ser, por ello siempre que puede abandona temporalmente las grandes urbes y recurre a ese contacto directo con la naturaleza de donde procede.
En su uso presente, la conservación de recursos naturales incluye una amplia gama de conceptos subsidiarios. Uno de ellos es el uso racional del ambiente, que incluye la preservación de áreas reservadas, sea para el estudio científico, o como utilidad estética o recreacional.
La preservación también sirve a un propósito ecológico para mantener la función del ambiente total, tal como la protección de bosques que asegure el sostenimiento de agua para las poblaciones urbanas; o la protección de estuarios que sostenga una pesquería en el océano. Pero la preservación o la protección de recursos naturales no es sólo preocuparse de la conservación; un uso racional también implica conservación. Así, segar las mieses, limpiar el bosque, rozar los prados para el ganado, pescar, son actividades coherentes y necesarias; igualmente, se puede considerar una parte legítima del uso racional de recursos la caza de animales salvajes, cuando se llevan a cabo de forma que perpetúen el recurso y no lo pongan en peligro.
Estas actividades envuelven otro concepto, el de rendimiento sostenido. Se entiende como rendimiento sostenido, por ejemplo, cuando se caza y pesca tomando sólo el sobrante anual de individuos, así como no poner en peligro las crías que mantendrán ese sostenimiento. Igualmente, la tala de árboles o el corte de céspedes debe eliminar únicamente el incremento anual, o la porción capaz de ser reemplazada a lo largo de un periodo de años, mediante proceso natural o con ayuda humana si es necesario.
Si en un futuro se redujera el crecimiento de la población, sería posible disfrutar de un buen desarrollo tecnológico, un buen nivel de recursos vivos, y una amplia gama de lujos, en tanto que la presión sobre los recursos disponibles sobre la tierra sería aceptable. Pero con el crecimiento de la población humana, con una tecnología cada vez más exigente, y con crecientes demandas de materiales, la presión sobre dichos recursos de la Tierra aumenta firmemente. Todas estas circunstancias imprimen al ser humano un futuro incierto. Sólo mediante el fomento de la concienciación social en cuanto a las limitaciones humanas sobre la Tierra, complementado con políticas realistas de conservación, reutilización y reciclaje, se podría dar un giro a estas tendencias sin perder en esencia la calidad de vida que nos hemos dado y que luchamos frenéticamente por mantener.
Existen áreas más amplias de captación o uso de recursos naturales tales como la atmósfera o los océanos, en los cuales la utilización por parte del usuario no se encuentra bajo una autoridad reconocida, esto provoca a menudo que el recurso quede deteriorado. Aunque cada pescador genera con sus actividades un efecto muy pequeño en los recursos del océano, el efecto de las actividades de todos los pescadores amenazaría su existencia. De forma semejante, cada conductor de un automóvil no poluciona por si solo la atmósfera global, pero todos los automóviles circulando por todas partes del mundo, contribuyen a que se forme un nivel de polución muy apreciable. Es aquí, donde se precisa una autoridad reconocida que ejercite el control.
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